viernes, 16 de noviembre de 2012

Escrito inspirado en mi USB:
Mi querido USB
Mi USB en mis manos.
Lo perdí, lo busqué y lo hallé.
Oh, por Dios, USB! Te había dejado perdido y olvidado por casi 20 horas. Sin sentir tu ausencia, quedaste triste y desamparado. Seguro en cada instante decías ¿cuándo se acordará que no estoy junto a ella? Seguro toda la noche tus gigabytes no descansaron en paz. Pero no te decepciones, por favor, no volverá a ocurrir. Hoy, mientras estaba en la biblioteca de la universidad, te busqué en el lugar de siempre: el bolsillo pequeño de mi mochila. No estabas. Me desesperé. Te volví a buscar, no te encontraba. Pensé y re-pensé: ¿dónde lo dejé? ¿Ayer? En la computadora de la clase de 'Cuanti'... ¡Oh, por Dios! ¿Y si alguien se lo llevó? Debo confesarte que primero pensé en mis archivos, pero luego recordé tu hermosa forma: chiquito, rosadito y fiel, siempre me has aceptado hasta los videos pesados sin refunfuñar. A paso rápido, me fui hacia el quinto piso del pabellón W, tratando de recordar en lo más profundo de mi pensamiento dónde te había dejado. El salón estaba cerrado, creí que sería en vano buscarte allí, me dio miedo el pensar que otra persona te hubiera cogido. Hasta que fui a buscar al guachimán, estaba en el cuarto piso. Le pregunté por ti, me pidió que le citara tus características. Se las di con mucho detalle. Buscó en su cuaderno de apuntes. El silencio hizo presencia, su rostro me daba desesperanza. Hasta que me dijo que te había encontrado a las 2 y 17 PM, cuando estuvo dando una ronda y lo había dejado en la Oficina de Objetos Perdidos. Un suspiro y una sonrisa brotaron de mis labios. Le dije muchas gracias y me apresuré a bajar las escaleras, me detuve y dije tengo que darle algo, le di el paquete de galletas 'Munición' que había comprado, le agradecí y me fui corriendo a buscarte. En el camino, solo pensaba en ti y oraba a Dios: Espero poder encontrarlo. Subí hasta el tercer piso del Pabellón V. Pregunté a la mujer encargada, le dije tus características de forma muy agitada. Cuando de pronto, te vi en el escritorio y dije: ¡Ese es! Me hizo firmar un acta y lo demás ya es historia. Lo importante era que te encontré, le agradecí mucho a Dios por tenerte de vuelta a mi lado. Ahora que estás en mi mano, incluso cuando he intentado ponerte en la computadora, no has querido que tu pitita negra salga de mi dedo. ¡Muchas gracias a Dios por haberte encontrado! Mi querido USB...
AMCG
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